jueves, 27 de octubre de 2016

Dueño de nuestras almas

Dueño de nuestras almas



El año pasado por estos días,había una higuera en el jardín de la casa adonde mi familia se había mudado. En ese tiempo, el árbol tenía muchos frutos en sus ramas. Mientras los higos empezaban a madurar, emitiendo un aroma dulce, me di cuenta de que había algunos huéspedes inoportunos. Todos los días, se posaban ruiseñores en la higuera y disfrutaban de los higos hasta saciarse.
Lo mismo sucedió este año. Un domingo en la mañana, ante el sonido del gorjeo de las aves me apresuré en salir. Los ruiseñores estaban picoteando y comiendo los higos que todavía no maduraban. Tomando un matamoscas, los ahuyenté. El siguiente día, también vinieron a comerse los higos, gorjeando ruidosamente. No podía soportarlo más. Por eso mi esposo y yo cubrimos todos los frutos con una red y los aseguramos con pinzas.
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